Cualquier tiempo pesado fue liviano

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Muchas veces, arranco a escribir, sin saber qué contaré, huyendo de lo que fui y lo que fue. Porque el pasado siempre vuelve, si es que alguna vez se marchó, a punto de saltar, una y otra vez. Es como las hojas de un libro de piedra, que no se pueden arrancar. Losas invisibles sobre los hombros, gravilla en el estómago, sal en los ojos…

Intento avanzar hacia el arcoíris. No busco una olla con oro, ni a un duende danzarín, pero saltaré burlón entre frases desorientadas, lo siento. Lo siento en el alma, y quisiera llorar, pero me rio, una y otra vez, porque la vida es así: insolente, poética, fácil, difícil, maravillosa, terrorífica, agridulce, y tan fugaz…

Redactar un texto sentido y sin sentido es como escribir una carta en una lengua muerta, a siete leguas de lo que debió ser, con las botas puestas y vivo sobre el papel. Este blog me sana, porque es una receta médica con mala caligrafía.

Entiéndeme, pues solo soy un viejo jeroglífico que el viento descubrió bajo la arena de mis miedos.