No me había marchado, solo estaba en silencio

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Con el viento, cambié de aires

Yo estaba en la parra, dormido como un tronco.
No tenía ganas de leña, pero cuando llegó el otoño de mi vida,
y las hojas de mi viejo cuaderno se volvieron caducas,
alcé el vuelo por última vez para contemplar el bosque,

Ante mí, las nubes se tornaron laberinto.
Temí a la lluvia y me empapé en sudor frío.
El vértigo quemó mis alas de cera.
Me dejé caer sobre un mar de madera.

Hoy, carcomido el recuerdo del pasado,
el futuro brilla como una baratija,
sucia con el serrín del árbol que planté cuando era un niño insomne.

Quizá no aprendí a volar, pero sí a levantarme.
Erguido como un ciprés, plantado junto al campo santo,
apunto a lo más alto,
mientras los pajarillos traviesos cagan sobre mí.